CD ALCOYANO 2-3 REAL MURCIA

CD ALCOYANO: Jaume Valens, Javi Antón (Agüero, 66), Álvaro Vega, Farru, Sergio Nieto, Albisua (Sergi López, 34), Juanan, Imanol García, Kike Carrasco (Pradera, 34), Lara (Armental, 57) y Selma (Pablo Ganet, 57). Suplentes:Perales (ps), Primi, Javi Jiménez, Sergi López y De Palmas.

REAL MURCIA: Gianni, José Ruiz, Marcos Mauro, Alberto, Marc Baró, Sviderski, Sabit, Isi Gómez (Amín, 76), Dani Vega (Carrión, 66), Loren Burón (Rofino, 86) y Carrillo. Suplentes: Garzón (ps), Pedro León, Carmona, Coto, Álex Rubio, Sanchís, Totti y Mariano.

Goles: 0-1 (min. 5): Marc Baró asiste a Sviderski, cuyo remate, tras tocar en Albisua, entra en la meta de Valens. 0-2 (min. 45+1): Loren Burón aprovecha un rechace de Valens tras remate de cabeza de Isi Gómez. 1-2 (min. 45+3): Imanol marca de disparo desde fuera de área. 2-2 (min. 80): Agüero remata de volea en el segundo palo un centro de Armental. 2-3 (min 82): Amín marca desde el área pequeña tras pase de Sabit.

Árbitro: Muñoz Piedra (Colegio Madrileño). Amarillas para Marcos Mauro (45´), Carrillo (71´), Marc Baró (86´), Sergio Nieto (91´). Expulsó a Pablo Alfaro en el 96´.

Incidencias: Municipal El Collao. 2500 espectadores.

Comentario: Es complicado imaginarse un partido con tantos dobleces, con tantas esquinas, con el duelo de quien se ve en las últimas y resucita con una mezcla de amor propio y colmillo que desgarra el pecho y muestra el alma en una pasarela de entusiasmo. Lo del Murcia fue el fruto de una coctelera donde la agitación de la frecuencia cardiaca -apta para sobrevivir entre los acostumbrados a la causa- ofreció una victoria que da lustre y brillo a una puesta en escena excelsa, esplendorosa.

Y es que hay veces que todo explota. A mí, se me complica el teclado cuando me queda muy claro que el plan que tengo para escribir sobre el Real Murcia se desmorona cuando vengo con ideas preconcebidas. Porque a nadie se le ocurre que este equipo grana salga revolucionado, con la adrenalina por bandera. De ahí que muy pocos se imaginaran que cualquier crónica creciera con el paso de los minutos alcanzando unos límites de éxtasis que pocos conocían este curso. Por eso escribir cuando todo sale tan de cara deja poco margen al que lo hace. Con la literatura del balón, pocas veces se ha sentido cómodo el equipo grana. Son más de lo esencial, de decir cosas que sustenten enunciados directos, de empujar al rival a su área, de hacer jirones cualquier plan inicial que amordace la posesión del contrario, en definitiva, que ayer este Murcia no es el Murcia que conocíamos este año.

Mirándose al espejo, se gustó. Y lo hizo desde que se asomó al campo y se vieron azuzados por más de mil acólitos que vieron autopistas donde hace unas semanas veían carreteras secundarias. La estimulación emocional hizo el resto. Cosieron los instintos más primarios a la posesión y arrinconaron a un equipo local menguado tras el pitido inicial. La sala de máquinas, con un trivote que conjugaba el talento y el músculo, engulló a un Alcoyano al que el partido se le hizo un jeroglífico. Tan poco manido estaba el plan de los locales que no jugaron a nada. Encajaron pronto -gracias a un remate de Sviderski- y sestearon como si llevaran ventaja.

Se dibujaba un choque muy poco acostumbrado a la rutina grana; con ventaja y ante un rival desquiciado que trataba de encontrarse en un mapamundi sin señales. Le convenía al Real Murcia alimentarse del desorden local. Jugaba muy juntito, con ayudas y con cierta querencia a mirar por encima del hombro a un Alcoyano que se iba haciendo, por minutos, diminuto. De ahí, los cambios de Vicente Parras cuando apenas el reloj había dado treinta vueltas. Y, ni con esas, el equipo local pareció un equipo. Desmembrada su línea creativa, los granas volvieron a desangrar, en el descuento, la inercia de una zaga sin bagaje defensivo. Menos mal que apareció Imanol, en la primera llegada de los de casa con peligro, para reducir distancias con un gol que señalaba a los suyos que aún había cuarenta y cinco minutos para sentirse presentes.

Y en la reanudación, por desgracia, volvió el Murcia bipolar, el que conocíamos algunos del inicio del curso, el que se castigaba resignado, el que insuflaba pesar a los suyos. Les parecía una ecuación encontrar espacios sin sentimientos en los pies. Endeudado con la ansiedad, esta apareció para hacerles vulnerables en las espaldas. Aparecían, de nuevo, las cuentas pendientes en un bloque que perdía en cada pelota una parte de autoestima. Discurría así el partido, con el Alcoyano mordiendo. Mordían metros, espacios, digerían con rapidez la esencia desnortada de los murcianos… hasta que empataron.
Los presagios del karma grana mermaban el ruido de los desplazados, pero emergió el periscopio de Sabit. Agigantó su discreta segunda mitad con dos acciones, con el coraje como estandarte, cuando algunos soñaban con rascar un punto. En la primera, un minuto después del empate, hizo que Valens se luciera. Un minuto después asistía a Amín para devolver la locura a un duelo esquizofrénico. El gol fue la dosis anímica que necesitó el plantel para exprimir su físico; llegaban donde minutos antes se perdían, afilaban garras para anclarse en acciones defensivas, en definitiva, devoraron césped para creerse dignos representantes de lo que es ganar llevando la camiseta grana, un privilegio que enorgullece a quien la porta. Déjenles que se sientan orgullosos. En El Collao, lo merecieron.

Ángel García

@__AngelGarcia__

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