REAL MURCIA-0-2-IBIZA UD
REAL MURCIA: Gazzaniga, David Vicente (Pedro Benito, 46), Jorge Mier, Alberto González, Andrés Carmona, Cristo Romero (Bustos, 75), Isi Gómez (Pedro León, 61), Moyita, JC Real (Palmberg, 46), Ekain (Cadorini, 61) y Flakus. Suplentes: Saba (ps), Antonio David, Héctor Pérez y Kayode.
IBIZA UD: Ramón Juan, Unai Medina, Pedreño, Monjonell, Iago Indias (Hidalgo, 76), José Albert, David del Pozo, Fede Vico (Nacho González, 65), Bebé (Sergion Diez, 68), Ernesto (Mounir, 68) y Sofiane (Davo, 76). Suplentes: Belman (ps), Del Olmo, Fran Castillo, Joao Gabriel, Cristian y Paolo Alberto.
Árbitro: Cambronero González (Colegio castellano-manchego). Expulsó en el 10´ a David del Pozo por doble amarilla. Amarillas para Iago Indias (10´), Isi Gómez (49´), Manu Pedreño (59´), Cristo Romero (61´)
Goles: 0-1 (min. 31): Fede Vico, de penalti. 0-2 (min. 53): Unai Medina, de volea desde fuera del área.
Incidencias: 14115 espectadores en Nueva Condomina
Comentario: Duele la vida en versión grana. Demasiado. Duele porque la herida que ha hecho en este club la dirección deportiva va a costar tiempo ser curada. No hay remedios, ni apósitos, ni curas posibles para un equipo que se pierde en un plano vacío, para un club que despilfarra pasta en una ruleta donde quien apuesta desconoce lo que hace, duele, insisto, demasiado. Lo de este partido ante el Ibiza se va a recordar en exceso. Por la incapacidad de olvidar un sainete tan lamentable como por la necesidad de sufrirlo como aficionado, como espectador. Porque salir al césped y no salir hubiera sido lo mismo.
Y eso que pareció todo, en el inicio, un guión de cuento infantil, con héroes y villanos, con moraleja al esfuerzo y al físico de corredores de fondo, con poco fútbol y menos calidad. Parecía tantas cosas el partido en sus inicios que, cimentado todo con la expulsión de David del Pozo, en dos acciones casi consecutivas en la génesis del choque, todo se soñaba sin almohada, despiertos, con una grada que está aunque no se la debería esperar. Es sencillo apelar al sentimiento de quienes no defienden el escudo ni sudan la camiseta, pero no hay más. Pueden gritar, berrear hasta la extenuación, pero el equipo, al menos en el primer acto, no dio más de sí. Su ataque se ciñe a impulsos, a correr la banda, a tratar de encontrar criterio donde no se define el fútbol, en definitiva, a sufrir. Porque el Real Murcia fue un equipo sin narrativa, previsible, de los que duelen verle sabiendo lo que hay detrás, la pasta gastada, el presupuesto enarbolado por la dirección deportiva… para estar a merced de un equipo visitante tan roto en su dinámica como demoledor cuando debe.
Y es que fue un duelo de banquillos buscando destierros; dos históricos como jugadores que deambulan sin una identidad que exponer que marquen su camino. Hace daño a la vista asistir a este tipo de partidos que deberían ser peleados por el liderato y solo se ajustan a miserias. Duele mucho. Y es que los granas, los nuestros, exceptuando un remate de David Vicente y otro de Ekain en el descuento, se perdieron en campo contrario ante un rival que desgarraba su alma buscando defenderse. Poco más cuando, demás, el nuevo VAR, les concedió una pena máxima pasada cuando se asomaba el duelo a la media hora. Con ventaja, tras la ejecución de Fede Vico, llegaron los nervios, el ansia y la velocidad de quienes se asustan por la necesidad. Y poco más que explicar, solo la tremenda pitada a Etxeberria y al palco por partes iguales cuando se retiraban a vestuarios.
En la reanudación los granas salieron a morder, afilando dientes, intentando empatar. Las entradas de Pedro Benito y Palmberg eran una declaración clara de intenciones. Pero tras un inicio fulgurante, al dictado precisamente de Pedro Benito, llegó el segundo gol celeste con un remate de Unai Medina, de volea desde fuera del área, que tras tocar en un defensor sumaba más distancia para los de Jémez. Se oscurecía el día grana cuando aún le quedaba vida al partido. Etxeberría, que seguía en la diana de la grada, intentó con los cambios que los suyos expusieran motivos más reales para parecer, al menos, un equipo con identidad, con hambre, pero nada, más de los mismo, de la falta de ideas, de la falta de talento, de la falta de iniciativa desde el banco. Todo un cúmulo de vergüenzas que hacía a la afición abandonar el campo -y el barco- en un goteo continuo de desesperación. Y es que desesperados acabaron todos en Nueva Condomina en una tarde disparatada de la que no se escapa nadie en el club murciano. ¿Y la despedida? “Hasta los huevos”, gritó la grada, y fue poco.
Ángel García Álvarez
@__AngelGarcia__
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