REAL MURCIA -0-2- SEVILLA ATLÉTICO
REAL MURCIA: Gazzaniga, David Vicente, Alberto, Saveljich, Ian Forns, Antxón Jaso (Isi Gómez, 46), Joao Pedro (Cadorini, 85), Pedro león (Pedro Benito, 56), Loren Burón (Davo, 46), JC Real y Flakus (Raúl Alcaina, 56). Suplentes: Íker Piedra (ps), Carlos Rojas, Soler, Cadete, Jorge Mier y Boateng.
SEVILLA ATCO.: Flores, Darío, Castrín, Íker Muñoz, Sergio Martínez, Alexandro (Dima, 75), Lulo (Sierra, 69), Hormigo, Oso (Jalade, 69), Pascual (Ibra Sow, 87) y Mateo Mejía (Leo Mascaró, 87). Suplentes: Rafa Romero (ps), Veces, Cortez y Bakary Sow.
Goles: 0-1 (min. 43): Oso; 0-2 (min. 81): Mateo Mejía.
Árbitro: Ortega Herrera (colegio valenciano). Amarillas para Antxón Jaso, Saveljich, Pedro León, Pedro Benito, Joao Pedro e Ian Forns. Por los andaluces Oso, Hormigo, Darío e Ibra Sow.
Incidencias: Nueva Condomina. 14234 espectadores. Se detuvo el encuentro durante diez minutos por el lanzamiento de botellas al césped.
Comentario: No fue día para verbenas, ni para fiestas, ni para gozos. En la casa del pobre se saborea el plato sin llegar a la boca, cuando hierve, con el olor que inunda la estancia, con el ardor de quien se quema antes de tocar el paladar. Sí, curioso lo del pobre cuando me refiero al Murcia, adjetivo entrometido el de esta pobreza en un momento en el que el club respira en números pero se asfixia en juego. Y no hablo –ni me gustaría- que en estas líneas encontraran hueco los energúmenos que se sintieron cómodos quemando su corta mecha con el lanzamiento de botellas. Por culpa de ese desajuste emocional de algunos habrá, supongo, represalias contra el resto, contra el club, contra el sentido común, poco común en quienes hicieron jirones en el señorío grana.
Pues eso, que prefiero hablar del partido, que no de fútbol porque fútbol hubo poco. Se jugó a lo que quiso el filial del Sevilla, esto es, a nada. Sorprende un equipo sucursal de un grande con tantas armas sin balón manejando los tiempos, pero con tan poco fútbol. Llama la atención y detiene las expectativas de cualquiera. Cierto que el partido, en su previa, se perdió en un laberinto donde el liderato se acariciaba. Y tantas caricias, carantoñas, guiños… se cayeron de la balanza en cuanto algunos de los del césped se escondieron y fueron más gato que ratón. Boateng, que pintaba su dorsal en el inicio, tuvo un accidente de circulación yendo al estadio que hizo a Fran Fernández remendar la herida con Jaso como apósito en una posición donde a Goiría, ayer, le pintaron la cara con los colores más groseros. La salida de Larrea –auspiciada por motivos más económicos que deportivos- ha dejado muy señalada a una dirección deportiva que, de momento, ha depreciado el valor deportivo de la plantilla en el mercado invernal. Causó sorpresa la decisión y, a las primeras de cambio, la bofetada sobre el vasco le llegó a dos manos desde el césped. Nunca se le vio cómodo al equipo grana en la sala de máquinas, donde se viraliza su juego, nunca se alzaron con contundencia, nunca pudieron con unos imberbes sevillistas por DNI, pero no por saber competir. Menos mal que, al menos, hubo momentos, en la segunda mitad y en desventaja, en los que el equipo creyó en sí mismo. Y ahí fue clave Isi Gómez.

Está claro que no está el madrileño aún para demasiado R´n´R, pero sus minutos fueron espinas en la sopa del pobre, sabor en un equipo desabrido donde costaba un mundo encontrar un mapamundi adecuado en el que dar circulación al balón, espacio al ritmo, tensión a una grada que ya comenzaba a murmurar, como si hacerlo fuera seña identidad en el hastío habitual que esperan. Como se ve, las expectativas lastradas de quienes siguen soñando en lo que fueron. Una pena.
Los del Sevilla, viéndose parte de la emboscada, quisieron ofrecer sus mejores galas oscureciendo su brillo. Apelaron a tretas de adultos, a mentiras sin balón, a intermitencias y al otro fútbol, tan válido como cualquier otro, tan poco aceptable como respetuoso aunque duela imaginarlo. Y ahí fueron mejores, mucho mejores, tanto como para exasperar a los locales, a encolerizar a la grada… y, entre tanto enojo, falló quien nunca lo hace, quien no debía, Gazzaniga. Su acción enfureció al guión del duelo, su acción fue el segundo visitante, su acción puso a la grada en un estado de irritación del que no debo contar, porque es darle más valor, el suceso.
Al final, perdimos, con justicia, pero perdimos. Falta costumbre a asumir que se pudo ser mejor, que se pudo salir erigido en líder, que se pudo… pero nada fue el cuento ideal en una escena de terror donde, por encima de todo, sale muy señalada la dirección deportiva, pero mucho.
Ángel García
@__AngelGarcia__
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