REAL MURCIA- 2-0- UD MELILLA

REAL MURCIA: Manu García, José Ruiz, Marc Baró, Alberto, Rofino, Sabit (Larrea, 46), Tomás Pina (Isi Gómez, 81), Pedro León (Enol Coto, 67), Dani Vega, Juanmi Carrión (Svidersky, 67) y Carrillo (Amín, 73). Suplentes: Iker Piedra (ps), Gianni (ps), Marcos Mauro, Andrés López y Álex Rubio.

UD MELILLA: Salcedo, Juanjo Mateo, Moi Rodríguez, Caro(Yuste, 46), Koffi (Álex Macías, 67), David Suárez, Pablo Hernández (Alassan, 46), Siddiki, Selasi, Morillo (Dani García, 73) y Kavtaradze (José Enrique, 46). Suplentes: Montoya (ps), Victores (ps), Loren, Cotán, González, Bandaogo y Niang.

Árbitro: Cánovas García-Villarrubia (colegio valenciano).Amarillas para los locales Alberto (51´), Tomás Pina (52´) y el visitante Caro (31´).

Goles: 0-1 (min. 9): Tomás Pina remata de cabeza, en plancha al segundo palo, un centra de Dani Vega. 2-0 (min. 44): Carrillo, de cabeza, tras asistencia de Pedro León.

Incidencias: Nueva Condomina.11977 espectadores.

Comentario: Sol y los puntos, tres para los granas, sin fatiga en la estepa futbolística que Alfaro transmite al Real Murcia. Al menos, tras doce puntos consecutivos -hito estabilizado en los anales granas desde hace 7 campañas, parece que el equipo se cree capaz de conjugar, a partes iguales, el aburrimiento y las victorias. El técnico local, pese al juego, se ha hecho fuerte entre su tesis de sumar y seguir vivo, y las dudas que disipa ganando. No se debe, ni se puede, exigir más cuando el equipo grana restaura cada semana su compromiso con las certezas de acariciar un playoff que siguen viendo por el retrovisor.

De ahí que se anticipara el gozo. Porque hay días en los que, en el fútbol, como en las galaxias, se alinean las estrellas, días en los que todo son agujas sin pajares, en los que encontrarse con el balón en el césped te hace mejor sin una necesidad excesiva de mostrarte. Los focos, los flashes y la pasarela de Nueva Condomina, pensarán algunos. No mucha más esencia cuando no se siente ni exigida la necesidad de puntuar con todo de cara.

Por eso lo del gozo, sin sombras, pero gozo de los puntos, del aplauso gratuito de la grada y de un chute de autoestima que crece con las victorias, que no por el juego. Por eso, lo de los anticipos, que, como las nóminas, siempre llevan al engañocuando se devuelven. Y aquí hubo muy poco que devolver. Todo porque Tomás Pina, que ha insuflado consistencia al equipo a la par de su evolución física, fue capaz de aparecer donde nadie le daba billete en su viaje, al segundo palo, y rematar en plancha para estimular a una grada que se ha hecho a la idea de que la Doctrina Alfaro es esto; jugar poco, aburrir -al rival y a todos- pero sacar pecho en cuanto llegas al área rival.

A los pocos que nos creemos ilustrados en esto, más por edad y partidos que por calzar borceguíes con tacos, nos cuesta. Sin embargo, a los necios que critican sin tener presencia por el circo de césped murciano, les sobra. Su final, con ese gol, fue el comienzo de todo. 1-0 en la génesis del choque, un guion que ni esculpido en mármol hubiera sido mejor. Firmaron debajo los granas y empezaron a roncar sin balón ante un Melilla perdido sin coordenadas ofensivas; alguna pelota parada de Morillo -el mejor desde el costado izquierdo- y poco más. Sin diente, al Real Murcia la digestión matinal no se le aceleró. Se recrearon lejos de Salcedo, movían el balón y esperaban el error rival. De una goleada, al sesteo. Menos mal que los norteafricanos no cesaron en su empeño de facilitar las cosas a los granas. Dos desajustes atrás y los de Alfaro corrían en ataque al ritmo de cornetas del séptimo de caballería. En la primera, Carrillo busco el palo corto cuando se le intuía asistir. En la segunda, José Ruiz, excelso en la recuperación, modeló, tras cortar la salida visitante, una asistencia a Pedro León, al borde del descanso, que cinceló el segundo de los locales en el marcador. Carrillo, de cabeza, justificaba una ecuación grana con incógnitas tan sencillas como su remate.

Pretendieron, desde ambos bancos, darle ritmo al partido en la reanudación. Cuatro cambios se acodaron en los dibujos de los técnicos para hacer creer a algunos que había más argumentos para creer en una causa que se perdió, en los primeros veinte minutos, en un correcalles. Sin pausa, no hubo citas a pie de página que trataran de justificar sobre el tapete un plan sin andamiaje. Por eso, la velocidad por las bandas se apropió de un balón al que le costaba sentirse parte del Melilla, un cuadro flojo sin balón y con muchas carencias -e ideas- en cuanto podían disponer del mismo.

Caído el partido en la marmita del sopor, se hizo duro mantener la atención. Y eso que hubo llegadas, pero más por errores en las marcas que por criterio para elaborar. Hasta en tres ocasiones los locales hicieron desperezarse a Salcedo. Poco más nutritivo cuando algunos contaban los minutos que faltaban para el vermut. Una marinera de tres puntos y el catalejo pulido para seguir atisbando un playoff que consolida a un equipo que, a falta de fútbol, se alimenta de victorias. Seguimos.

Ángel García

@__AngelGarcia__

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