Hoy juega el Murcia, una semana después de sufrir el ataque de Alcorcón, en un Domingo de Resurrección en el que casi se nos quitaron las ganas de revivir. Pero hoy recibimos al filial del Villarreal con la esperanza de que aquello fuera un atraco aislado, sin continuidad en el tiempo.
Así será. No ha sido una temporada especialmente negativa, no están siendo los dos o tres o incluso cuatro últimos años demasiado malos, salvo alguna excepción, generalmente en casa, cuando algún personaje parece crecer medio metro al saltar a Nueva Condomina. Venimos, de hecho, de uno de los mejores arbitrajes de los últimos años, en casa, contra el líder, lo que debería espantar cualquier fantasma de persecución orquestada. Más allá de Alcorcón, sólo algún error humano.
Llora De Burgos Bengoetxea al recordar a su hijo y tanto insulto, tanto odio; llora, quizá, por todo en lo que se ha convertido el fútbol: un espectáculo tan penoso que obliga a dar una rueda de prensa a un señor del que no deberíamos saber su nombre. Apela al error humano y a la honradez, pero el problema es que el VAR ha puesto el error humano bajo sospecha. La decisión en caliente, siempre respetable, es ahora dirigida desde una sala. En Primera Federación, sin VAR, el vídeo sentencia aún más en frío, a mitad de semana, para sancionar o perdonar sanciones. Y ahí el Murcia este año se ha encontrado con varios ‘errores humanos’ que no tienen explicación.
O sí, teniendo en cuenta de dónde venimos: de más de 15 años de errores humanos casi semanales y siempre hacia el mismo lado. El error humano en nuestro caso da para reportaje de investigación. En Primera, en Segunda, en la B. No sé si los jóvenes recordarán que una vez en el campo del filial del Sevilla nos pitaron tres penaltis en contra. Vale, a veces pasa. Pero es que cuando paramos uno, lo mandaron repetir hasta que entrara. No es una leyenda, no. Fueron errores humanos. Años en los que los árbitros, ya sabes, lo que te quitan una semana… te lo volvían a quitar la siguiente. Años de balances de penaltis y expulsiones terribles.
Pero lo más duro de todo aquello fue, sin duda, que lo interiorizamos de tal manera que apenas nos quejábamos. Se daba por hecho, se asumía como que algo habríamos hecho para sufrir tanto error humano. Nadie levantaba la voz. Al puto Murcia se le podía atracar que, cuando estaba en el suelo, el propio murciano seguiría atizándole. Así que, en ese sentido, una vez más, este Murcia de 2025 da motivos para el optimismo. La unidad sobre el robo de Alcorcón ha sido casi absoluta. Lo de Alcorcón no fueron errores humanos, sino algo sistemático, parcial, premeditado y que abarcó desde el primer minuto, condicionando el juego del equipo, hasta el último.
Pero no hay nada que temer. ¿A quién podría interesarle que no subiera el Murcia al fútbol profesional? Fue un accidente, un atraco aislado. Hoy, como mucho, volverá a caer algún error humano, de esos que tradicionalmente, por cierto, caen del lado del Villarreal. Del A y del B, da igual. Pero no hay nada que temer. Hoy cierran las barracas y terminan las fiestas, pero el sol ya empieza a calentar para decirnos que se acerca el verano. Mayo asoma por el horizonte, la temporada va terminando y el ambiente de los grandes partidos llena el cuerpo de un optimismo remoto y a la vez esperanzado que nos brilla en los ojos al recordar que hoy juega el Murcia.
Oliva
@beandtuit
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