MÁLAGA CF -0-0- REAL MURCIA

MÁLAGA CF: Herrero, Gabilondo, Juande, Nelson Monte, Víctor García, Manu Molina (Ochoa, 75), Larrubia (Dioni, 60), Kevin Medina (Juanpe, 85), Genaro (Ramón, 60), Dani Lorenzo y Roberto (David Ferreiro, 60). Suplentes: Carlos López (ps), Puga, Moussa, Dani Sánchez, Sangalli y Murillo.

REAL MURCIA: Manu García, José Ruiz, Marcos Mauro, Rofino, Marc Baro, Sabit, Tomás Pina (Larrea, 68), Dani Vega, Carrión (Isi Gómez, 57), Svidersky (Loren, 57) y Carrillo (Amin, 86). Suplentes: Gianni (ps), Íker Piedra (ps), Andrés López, Enol Coto, Álex Rubio y Pedro León.

Colegiado: Sánchez Sánchez (extremeño). Expulsó, por doble amarilla, al local Ferreiro en el 84´. Amarillas para el local Genaro (47´) y los murcianos Marcos Mauro (7´), Pina (45´), Manu García (79´) y Larrea (87´).

Incidencias: 22715 espectadores en La Rosaleda.

Comentario: Puedes ganar y puedes perder. Empatar es un mal menor en escenarios de entidad donde todo se conjuga con verbos copulativos; ser, estar y parecer. Porque sacar un punto en La Rosaleda debería ser un premio, pero para los granas es un castigo. Y eso que el Real Murcia, como ese tipo de verbos, fue un bloque, estuvo como tal y pareció menos de lo que debería, es decir, copulando, como verbo, sin copular fútbol, la esencia de un chiringuito al que, partido tras partido, da la espalda Pablo Alfaro. El maño nos tiene acostumbrado al engaño, a hacernos jugar como un gato tras ratón tratando de interpretar sus declaraciones, siempre alejadas de una realidad cuyas credenciales suelen amanecer tan mermadas de fútbol que cualquier rompecabezas -nivel tierno infante- es más sencillo de solventar.

Sé que debería hablar del partido, pero me cuesta cuando no lo hubo. Los murcianos, en la pantomima expuesta, fueron un equipo amnésico, con jugadores que parecieron jugar en realidades alternativas donde soñaron con lo que serían capaces de hacer si no jugaran encorsetados entre el desaguisado táctico en el que tratan de sobrevivir. Su problema, y el de todos los devotos de la religión grana, es que no tienen una mejor forma de expresar lo que tienen, deben y pueden pese a disponer de capacidad para ello. Su comedia les lleva a buscar el balón en superficies inexploradas, en campo contrario, entre una maraña de desinhibición mental que les lleva al bloqueo. Hay veces, como en Málaga, que cualquier problema es un lujo sin estrategias de solución.

Y, jugándote lo que te juegas, no está la leña nunca a punto para el horno. Es tal el caos ofensivo, que han perdido la patria del balón y la carencia de gol les lleva al desgobierno. Hablo del ataque, claro está. En defensa el equipo es otro, pero esto no va de cimentar murallas sobre Manu García cuando las puertas del playoff parecen la entrada a la cueva de Alí Babá y nadie en el plantel conoce las palabras mágicas para abrirlas.

Lo peor es que con Alfaro la excepción que debería ser defender se ha convertido en norma. Su equipo es una roca, en la zaga, alimentado de inseguridades y alambiques que apenas destilan fútbol en territorios no civilizados ofensivamente. Con una atmósfera tan friendly -si miramos la tabla- nos olvidamos de donde venimos y de la obsolescencia futbolística de jugadores que una vez se creían estandartes y ahora son valladares. Triste cuando los sueños iban por otro camino hasta la pasada semana y ahora son inevitables. Hablo de playoff, sí de playoff, no lo olviden. Ahora, alguno se preguntará que dónde está la crónica del partido. La respuesta es lo que leen. ¿Cómo escribir de renuncias? De renunciar a creer, de renunciar a la victoria, a sueños siempre húmedos que imaginaban al equipo salir a jugar mirando la frente del rival… para jugar encogido, acogotado en el área. Un equipo donde sus mejores jugadores son, semana tras semana, sus defensores. Eso es el Murcia, nada más. Ni seduce ni persuade, este equipo sufre y hace sufrir porque no tiene gozo, no disfruta.

Y enfrente el Málaga. ¿Qué hizo? Merecer más. Se vio perjudicado por una expulsión injusta, por una acción sobre Víctor García que tenía forma de penalti, por un rival que tampoco quiso jugar -esos son los nuestros-. El Murcia, al menos, ganó un partido sin victoria; el del miedo, el del temor, el que le llevo a verse diminuto cuando debió jugar agrandado en los últimos minutos. Porque los granas, cuando debieron crecerse, se hicieron chiquitos firmando un armisticio que les daba un punto cuando tuvieron que intentar, al menos, ir a por el rival, morderle, desangrarle. Pero no está la Doctrina Alfaro tallada para la valentía. Con un poco de arrojo, quizás, solo quizás, podría haberse visto sin especular sobre un penalti en Ceuta que les distancia a cinco puntos del playoff. Y eso, ahora mismo, es una autopista sinuosa a la que te lleva el GPS defectuoso de Alfaro.

Ángel García

@__AngelGarcia__

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