REAL MURCIA –1-0- RECREATIVO GRANADA

REAL MURCIA: Manu García, José Ruiz, Marc Baró (Juanmi Carrión, 92), Alberto, Marcos Mauro, Pablo Larrea, Isi Gómez (Tomás Pina,46), Sabit, Pedro León (Enol Coto, 59), Dani Vega y Amín (Carrillo, 67). Suplentes: Gianni, Iker Piedra, Andrés López, Álex Rubio y Svidersky.  

RECREATIVO GRANADA: Pol Tristán, Raúl Castro (Mortimer, 93), Eu (Bosch, 83), Óscar Naasei (Brau, 81), Diego López, Juanma, Clavijo, Pablo Sáenz (Carlos Pérez, 81), Sergio, Mario González y Julito (Griger, 81). Suplentes: Fran Árbol (ps), Van Rijn, Estacio, Osei, Masllorens y Lasina.

Árbitro: Romero Freixas (colegio catalán). Expulsó al jugador local Pablo Larrea en el minuto 54 por doble amonestación. Roja directa en el 97 a Diego López, jugador visitante. Amarillas para los murcianos Marc Baró (36´), Sabit (61´),  José Ruiz (71´) y Carrillo (94´). Por los visitantes Pablo Sáenz (3´). Sergio (67´), Juanma (75´), Raúl Castro (86´) y Diego López (89´).

Goles: 1-0 (min. 91): Carrillo, de penalti.

Incidencias: 8114 espectadores. La peor entrada de la temporada en Nueva Condomina.

Comentario: Dos victorias consecutivas, seis puntos que ni los beatos al murcianismo podrían creer. Seis puntos que tienen más valor por sí mismos que por las sensaciones, por la mentira que sigue rodeando al juego grana que por las certezas que trata de sacar a la luz del fondo de una cueva donde Pablo Alfaro ha metido, futbolísticamente hablando, a un equipo que tenía pinta de vivir, al principio de campaña, entre focos y pasarelas.

Y es que el Real Murcia vive en una mascarada, en un festival donde esconde sus limitaciones -tácticas, generalmente- para dar sopapos, a mano abierta, a una afición que soporta con estoicismo un fútbol miserable, una farsa a los sentidos. Solo asistir a los duelos con la bufanda mantiene a la grada asida a los puntos por encima de la vergüenza de no jugar a nada, de sostenerse en un engaño donde en días como hoy sólo los puntos alimentan el ego del cobarde. Porque el Real Murcia juega de forma cobarde, con miedo al balón, amilanado ante rivales que llegan a Nueva Condomina y se creen mejores de los que son. Es una sobredosis de coraje lo que hace a la afición seguir creyendo una causa en la que pocos creen, en la que pocos acólitos sigan los designios de un Pablo Alfaro superado por la situación de hacer jugar, aunque sólo sea un poquito bien, a los suyos.

Por eso, duele escribir una crónica de un partido donde no hubo fútbol, solo rabia al final, no hubo talento en el césped, pero sí gargantas desgañitadas en las tribunas. Así, el andamiaje para amparar la victoria se ciñe a tres puntos que no esconden la tormenta, pero evitan ver los nubarrones. No hay que olvidar, en partidos como este, que el rival era el colista, el peor equipo de la categoría. Y ante el mismo, sólo de penalti y en el descuento, los granas fueron superiores. El resto, ya no fue sesteo, fue un disparate.

Vayamos por partes. Aunque hubo dos, de acuerdo con la normativa, el Real Murcia no apareció en ninguna de ambas. Su situación le hace inerme al desaliento, le ofusca a una realidad donde no encuentra respuestas desde el banquillo -ni tampoco las trabaja-. Dos ocasiones en el primer cuarto de hora y el penalti en el descuento. Por el medio, la nada más absoluta, el desierto y el desánimo de un conjunto cimentado para el éxito que se nutre de estrecheces e indigencia con el balón. Vale, ganaron, pero los tres puntos son un ejercicio para el disimulo, para la mentira y las falacias que nos cuentan… porque nada justifica una oferta futbolística tan poco dichosa.

Otras partes nos muestran alegaciones muy alejadas de la realidad, como un cuento donde sólo los crédulos siguen manteniendo la fe por encima de fútbol, de resultados, de sensaciones y de todas esas mentiras que algunos cuentan delante de un micro. Por último, lo que hay. Y ¿qué hay? Hay un equipo perdido en un crucigrama táctico, un técnico al que más que resultados le sostienen en el cargo impulsos de los suyos, jugadores que son una sombra de lo que fueron y que están perdiendo credibilidad y una afición a prueba de bombas.

Pero ganamos, dirán algunos. Claro que sí, y recortan puntos con el PO. Paradójicamente, viendo la tabla, aún hay esperanza y una ilusión que, sin el descuento, hubiera sido la cuerda del ahorcado. Pero llegó Carrillo y, de la nada, deshizo el nudo permitiendo seguir respirando a un Real Murcia que estuvo ajusticiado y asfixiado durante los 90 minutos reglamentarios. El descuento fue cómplice del fervor grana donde apenas quedaba fe. Por ahora, siguen los granas aferrados al dogma de soñar con el PO, con un gol en el enésimo mandamiento de su particular religión murcianista.

Ángel García

@__AngelGarcia__

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