Hoy juega el Murcia; y además he soñado que jugaba el Murcia. Lo recuerdo porque ha sido el último sueño de la noche, lo tengo ahí, fresco, no como esos que se pierden en mitad de la madrugada.
Ha sido un sueño raro, como casi todos, supongo. Íbamos al fútbol, con bufandas, pero a la vez íbamos como a una celebración, con gente que no va el fútbol; y a la vez estaba echando la quiniela en uno de esos mágicos bares con 1X2 que había antes. Era una quiniela entre lo ficticio y lo real: dudaba en un falso Betis-Barça, pero ponía una X fija en el Huesca-Sporting de esta jornada (¿cómo diablos uno puede soñar con el Huesca-Sporting real que se juega esta semana?).
Al despertar, lo primero que he pensado ha sido que hoy jugaba el Murcia en casa. Entonces, se ha activado el mecanismo de cada partido. ¿Soñé con que iba a jugar el Murcia la última vez que el Murcia jugaba en casa? ¿Daría buena suerte? El mecanismo de la superstición, ese que irremediablemente, de una manera u otra, experimentamos todos los hinchas.
¿Qué desayunaste la última vez que ganó el Murcia? ¿Saliste a correr? ¿Te recortaste la barba? ¿Mucho o poco? ¿Qué calzoncillos te pusiste para ir a Nueva Condomina? ¿Cómo dices? ¿Que no lo recuerdas? ¿Dónde comiste y qué? ¿Con cuánta antelación fuiste al estadio? ¿Hacia dónde giraste en la última rotonda? ¿Dónde aparcaste? ¿Por qué vomitorio accediste al campo?
Quizá visto desde fuera parezca un infierno, pero qué va: para nosotros es en el fondo hasta un alivio, un ritual necesario que nos ayuda a sobrellevar esa felicidad angustiosa de que hoy juega el Murcia. La superstición forma parte del proceso, es una parte esencial que lo convierte en irreversible. Ya no hay marcha atrás cuando recuerdas qué calzoncillos llevabas puestos en aquel partido del Murcia.
Faltan nueve partidos, cinco de ellos en casa, y nada es decisivo pero todo cuenta. En toda cuestión de fe siempre hay una fuerza invisible que suma. Que lleves las mismas zapatillas que el día del Fuenlabrada no va a ayudar a que Fran acierte con el once o Toral con la portería. Pero la suma de todas esas fuerzas invisibles nos han traído aquí. A la primavera de 2025, de nuevo contra el Recreativo de Huelva, como en aquella primavera de 1933. El quinto equipo contra el que más hemos jugado en la historia.
Y aquí estoy, desayunando una tostada con tomate y huevo duro, como hace dos domingos. He abierto el archivo de Word del partido del Fuenlabrada (por si diera suerte), lo he guardado con un nombre que espero que dé suerte, y espero mandárselo por correo electrónico a Álvaro a la misma hora que aquel día. Es una cuestión de fe. Y es un alivio, aunque parezca un infierno. La felicidad angustiosa de que hoy juega el Murcia.
Oliva
@beandtuit
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