REAL MURCIA-0-0-AT. SANLUQUEÑO
REAL MURCIA: Gazzaniga, Mier, Alberto González, Antxón Jaso, David Vicente, Boateng (Toral, 59), Moha, JC Real (Carrillo, 85´), Pedro León (Rojas, 68), Loren Burón (Palmerg, 59)y Pedro Benito (Cadorini, 68). Suplentes: Íker Piedra (ps), Larrea, Yriarte, Saveljich, Kenneth Soler, Cadete y Andrés López.
AT. SANLUQUEÑO: Samu Pérez, Kikín, Roger Riera, Pavón, Álex Martínez, Yasser, Martín Calderón (Javi Feria, 68), Carbonell, Guti (Colau, 81´), Víctor Valverde y Carlos González (Valiño, 55). Suplentes: Raúl García (ps), Alain, Álvaro Vega, Puerto y José Enrique.
Árbitro: Escriche Guzmán (colegio valenciano). Amarillas para Roger Riera (19´), Boateng (24´), Pedro Benito (37´), Martín Calderón (47´), Antxón Jaso (65´), Alberto González (86´). Moha (90´)
Incidencias: Nueva Condomina. 11493 espectadores.
F Sin tiempo para reproches, el Real Murcia tiene que comenzar a darle una vuelta al mercado invernal. Conviene cuanto antes remediar errores de planificación, levantar la cabeza y volver a sentirse importantes. Cuanto antes, sin dilaciones. La llaga del ataque está haciendo mucho daño a un bloque que necesita sentirse importante donde apenas magulla al rival, en el área contraria. Necesita mucho más de lo que ofrece y paciencia de la grada. Esta última en dosis inmensas, en cantidades industriales.
Las dudas ofenden a quienes quieren sentirse ofendidos, no hay más. Muchas veces, cuando los interrogantes se asoman a la mirilla y nadie observa, no hay motivos para ofuscarse. Lo del Murcia, en muchos momentos cuando se piensa en posicionarse en área contraria, le pasa esto, que ya nadie encuentra salida en el callejón, que ya nadie cree en probabilidades, que todos se ponen la venda -también en el césped- para olvidarse del origen y el objetivo de todo esto; el gol. Podríamos pensar en otras variables, en otros contextos, en otras situaciones que nos llevaran a certezas, pero todas acaban en una; en las costuras que comienzan a descoserse en las decisiones de la dirección deportiva. Es poco posible tener una banda izquierda, fundamentalmente en defensa, con tantas taras. No hablemos del ataque. Con la lesión de Alcaina, la poca fe en Carrillo, la adaptación de Cadorini y las revoluciones de Pedro Benito no se hace un potaje alimenticio suficiente para dar energía a la exigencia laboral ante el gol de un cuadro grana que juega mermado en el área contraria. Ese es el fin y el principio de la primera mitad de los murcianos. Mucha pelota parada -desde las esquinas, sobre todo-, pero poca contundencia en el área, y eso, para un equipo que aspira a todo, sostiene una causa menguada para pelear la batalla por un liderato a la que hay que ir con mejores armas.
Porque no basta con el escudo, el peso de la historia o el currículum de los jugadores. Los rivales, sin mirarse demasiado en espejos, asean su presencia en Nueva Condomina aferrados a dibujos posicionales, sin perder el sitio, mordiendo el cogote grana y… perdiendo el tiempo porque aquí la enjundia de los murcianos, con un escenario que impone y una grada que berrea, obliga, cuanto menos, a saborear el caramelo con lentitud, sin prisas para no caer en el error. ¿Fueron inferiores los de Sanlúcar? Claro, en todos los aspectos, pero su objetivo no se ceñía a más parámetros que a no encajar, un abc muy básico anclado a quien vive haciendo funambulismo en la parte baja de la tabla. Dicho esto, sobró lo demás; posesión estéril local, presencia en campo contrario y… empate a miserias al descanso.
Tardaron poco los pitos en aparecer desde los parroquianos granas en el segundo acto. Concretamente en el 56´. Acallados, de forma casi instantánea, tras un remate de Boateng que salvó Samu Pérez, amanecieron con retraso las sogas que suelen anudar a los locales cuando los que pagan aprietan. Pero apenas les cambió la vida. Quisieron sentirse más esbeltos, con mejor figura y con menos fondo. Buscaron, por instinto, encontrarse más cómodos cerca de la meta de los andaluces, y los cambios fueron colocados en un mapamundi donde la impericia y la falta de cordura con la pelota hicieron el resto. Poco sustento para llevarse a la boca cuando, por momentos, algunos sacan brillo al catalejo para no alejarse demasiado de un Antequera lanzado.
Los cambios finales conjugaron a partes iguales nerviosismo y tensión. Parecía un encuentro de mil guerras, con cada uno solventando problemas y encajando las respuestas en un cajón de sastre donde el desorden no hizo más que exponer las carencias ofensivas de un equipo al que el gol le hace tanta falta como el comer.
Ángel García
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