REAL MURCIA -1-0- VILLARREAL B

REAL MURCIA: Íker Piedra, Carlos Vicente, Saveljich, Alberto, Ian Forns (Cadete, 83), Boateng (Jorge Mier, 66), Moha, Pedro León (Pedro Benito, 59), JC Real (Davo, 83), Carlos Rojas (Loren Burón, 59) y Flakus. Suplentes: David Vassilev (ps), Antxón Jaso, Partal, Raúl Alcaína, Kenneth Soler, Toral y Cadorini.

VILLARREAL B: Íker Álvarez, Joseda, Espigares, Hugo Pérez, Arnau Solá, Thiago Ojeda (Alassane, 74), Alonso, Luis Quintero (Víctor Moreno, 74), Requena (Facundo Viveros, 84), Víctor Valverde y Slavy (Albert, 74). Suplentes: Rubén Gómez (ps), Cristo Romero, Ayouba Koné, Ives y Brais Val.

Árbitro: Romero Castellanos (colegio castellano-leonés). Amarillas para los locales JC Real, David Vicente y Moha. Por los visitantes Alonso y Víctor Moreno.

Goles: 1-0 (min. 14): Flakus.

Incidencias: Nueva Condomina. 14228 en las gradas del estadio murciano.

Comentario: Pues nada, que ganamos. Pudimos empatar fácilmente, no perder, pero sí dejarnos unos puntos, verter el líquido del vaso y pasar la mopa que absorbe las miserias y las penas. Siempre, por si acaso. Dice mi amigo Adrián que siempre se puede empeorar y que espera estas crónicas como quien lee cuentos a la hora de dormir, bien acurrucado y, esta vez, con la sonrisa en la boca de los tres puntos, el doblez de las sábanas con menos angustia que la habitual y el sofoco a la puerta de casa, esperando a otros inquilinos a los que no les gusten los sueños.

De ahí que ganar al filial de los cerámicos haya dejado en el estómago de los granas una digestión de pesebre, reposada, sin algaradas en las gradas, sin ruidos por llenar el estadio, sin expectativas ni tormentas. Ganar fue el ansiolítico perfecto, la píldora en su dosis adecuada, el beso del sueño cuando necesitas descanso. Porque al cuento y a su desenlace le faltó el nudo y la historia. Le faltó vida y fútbol, le faltó juego y le sobraron dudas. Mucho en falta y solo una presencia destacable; la suerte. Generalmente es el Murcia un equipo peleado con la fortuna, echando pulsos a sus temores y curando mordiscos que le llegan en legión. Pero esta vez, no. Esta vez el dado, y la moneda, y la carta cayeron del lado grana. Y también es necesario apostar y que caiga, que no todos sean cruces, que no haya infinitas reválidas para considerarse desdichado. En cualquier relato, se hubiera sufrido, se hubiera desangrado una vida que fue azar en noventa minutos.

Y Flakus fue el crupier. Repartió como los grandes y peleó sus cartas como quien se las fabrica. Pudo sentirse enorme, gigante, pudo emerger del fango de donde se sale victorioso o difunto de balón y así lo hizo. Su gol dictó a la grada el ritmo que faltaba en el campo, la intensidad de una afición más pendiente del colegiado que de empujar a los suyos. Porque habría que hablar en este cuento del juez de negro. En la diana de las dudas, despejó interrogantes con una actuación impecable. Y eso demuestra que, como con los equipos, los hay malos, peores y discretos. Esta última categoría fue la suya. Lástima caer tantas veces en ese bucle que justifica lo que nadie sella cuando esconde la firma y el fútbol.

Pero bueno, sigamos con la fábula que ganamos y no hay más título que ese. Les hablo del partido con tan poco qué decir que cuesta pensar que lo hubo. De fútbol, me explico. En cuanto a intensidad, nervios, tensión… nada qué exponer. Pero el miedo ¡ayyy el miedo! Jugar de su mano le lleva al Murcia a no ser un equipo, a jugar escondiéndose del balón, a minimizar su estampa cuando el rival ruge en manada. Eso hizo el Villarreal B con los cambios. Bueno, hizo eso y más, como dejar espacios para las contras granas, metros y pocas espaldas para esconderse. En una de ellas, Pedro Benito pudo hacer el segundo, pero se encontró con Íker Álvarez. Pudo ser el veredicto final, el cemento y la argamasa para los puntos. Pero, como se acostumbra la grada en su sufrir, apareció el desconsuelo. Creció el filial amarillo y no llegaba riego a la sala de máquinas local.

Los últimos minutos fueron el castigo a las penas, la ausencia de recreo, las lágrimas sin surco en un rostro atemorizado. Mereció más el rival, un empate, un gol, una definición en el debut de Íker, más Piedra que nunca, bajo palos. Cumplió con creces el meta catalán sin buscar el cobijo de la sombra alargada de Gazzaniga. Como incumplió Valverde en un remate en soledad solo ante Piedra y la red. Aparecieron santos, oraciones y silencio en el césped con un remate que hizo saltar la banca emocional del Real Murcia. Así fue el día; para olvidar o para caer en un letargo que nos lleva a Alicante en siete días, los justos para imaginarse que la suerte, este vez, no fue por barrios.

Ángel García

@__AngelGarcia__

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