Hoy juega el Murcia. Recibimos al filial del Sevilla en casa, lo que significa estadísticamente que tenemos menos opciones de ganar. Al término de la goleada en Marbella, el murcianismo se mostraba (aún más) perplejo ante esa realidad: el equipo es muy fiable fuera de casa, pero en Nueva Condomina cuesta un mundo ganar un partido. Parece algo inexplicable.
¿Pero tiene alguna explicación?
Debería tenerla. Aunque en el fútbol siempre exista un punto de suerte, por lo imprevisible que resulta ese maldito balón que bota y rebota, a medio y largo plazo las casualidades no existen. Ni siquiera en fútbol. Y más cuando no es una cuestión puntual, sino que la arrastramos desde la inauguración de NC.
El problema de las explicaciones es querer resolverlas de manera cerrada y con pocas palabras, sin matices, intentar darlas en clave de negro o blanco, sin contexto. Y esa explicación única y definitiva no existe. En los naufragios caseros del Murcia hay más bien un matalotaje de motivos que vienen y van, que influyen algo, pero no siempre, a veces más y otras menos; un montón de causas que terminan por llevarnos a esos números tan discretos en casa.
A saber: la categoría del campo, que invita a sacar lo mejor del que lo visita; la distancia con las gradas, que invita a la valentía del colectivo arbitral; el miedo a fallar, esa necesidad después de tantos años; la presión cuando está semilleno y la frialdad cuando está semivacío; el famoso runrún condominero desde el primer error que pesa a futbolistas poco acostumbrados a ello, que sacan lo mejor de sí lejos de esa grada que sentencia. Todo eso y mucho más.
A lo que esta temporada se suman más factores, como el estilo del equipo, atrevido pero encorsetado, que para el rival es más cómodo de atar en Nueva Condomina (bien cerrados) que jugando de local (donde tienden a dejar más espacios). O la debilidad defensiva en el juego aéreo, que nos ha robado puntos en partidos de casa muy controlados.
Todo eso. Y mucho más. Todo junto, todo revuelto, todo forma parte de un contexto que se va tejiendo con los años. Pasa como con las causas de la primera guerra mundial: no podemos reducirlas a un párrafo. Pero no por eso son procesos inexplicables. Todo pasa por algo, incluso en fútbol.
¿Pero tiene alguna solución? Casi todo la tiene. Cada uno, en su pequeña parcela, debería poner de su parte. Imagino que Fran Fernández debe estar como loco pensando en cómo atajar mejor las faltas laterales. Lo nuestro, en cambio, es más fácil. Ya lo recetó el Panadero de Archena hace décadas: “En fútbol, animar a tu equipo es lo único que está en tu mano. Lo único que importa”. Una fórmula sencilla a la que inexplicablemente no hacemos caso. Hoy tenemos una nueva oportunidad de hacerle caso al maestro. Hoy juega el Murcia.
Oliva
@beandtuit
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