ATLETICO B -3-1- REAL MURCIA
ATLÉTICO B: Iturbe; Lalo, Mariano (Halhal, 83), Dani Martínez, Pablo Pérez; Gismera, Guerrero Diego Bri (Taufik, 64), Cala (Arumí, 84), El Jebari (Mestanza, 64) y Niño (Nabil, 74). Suplentes: Mestre, Kostic, Ndiaye y Abde.
REAL MURCIA: Iker Piedra; José Ruiz, Víctor Rofino, Andrés, Marc Baró; Pedro León (Enol Coto, 80), Larrea (Pina, 60), Sabit (Imanol, 80); Álex Rubio (Amin, 71), Loren Burón (Rojas, 60) y Carrillo. Suplentes; Manu García, Gianni, Svidersky, Alberto y Carrión.
Goles: 0-1, min.6, Pedro León. 1-1, min.16, Cala, después de una jugada de Dani Martínez. 2-1, min.19, Diego Bri, de cabeza, tras asistencia de Cala. 3-1, min.47, Carrillo, en propia puerta.
Árbitro: Muñiz Muñoz (colegio aragonés). Amarillas al local Gismera y a los granas Carrillo, Larrea y Marc Baró
Incidencias: Ciudad Deportiva del Atlético de Madrid en Majadahonda.
Comentario: Hay partidos que no son partidos, que nacen con fórceps, que se alimentan de migajas y que, pese a ello, obligan a un empacho que nunca se digiere. Lo de Majadahonda del Real Murcia es una muestra que debería estudiarse en los manuales de la apatía. Y eso que hubo tres goles cuando lo más justo en estos choques es que fallecieran los minutos antes de que el reloj corra, de que esprinten sus agujas asistiendo a un ejercicio de fútbol que nunca podría alcanzar otros calificativos deportivos.
Y eso que hubo goles, y jugadores con buena pinta de esos que se hacen grandes en pasarelas donde dejan evidencia a sus rivales. Uno fue Cala, un jugador diferencial que se merendó, literalmente, a los granas. Vindicó su nivel yendo a una guerra con el talento como arma ante un cuadro de Alfaro que peleó con pistolas de agua. Pero bueno, voy a tratar de romantizar el fútbol y escribir del partido imaginando a veintidós gladiadores sobre el césped peleando por un estandarte que le quemó a los granas en las manos pese a enarbolarlo durante los diez minutos en los que fueron con la ventaja del gol de Pedro León marcando camino. ¿El resto? Bah, poco del Real Murcia. Si acaso, algo de tensión encubierta con una pizquilla de intensidad, algo de presión -más teatral que efectiva- y mucho lamento de los jugadores que no estaban acostumbrados a ser protagonistas con Alfaro y a los que no les llegaba el balón.
Pero bueno, volviendo a la farándula que visitó al filial del Atleti, hay poco que podamos subrayar para memorizar. El error habitual de Alfaro humanizó al equipo grana una vez que Cala quiso ponerse a jugar. En tres minutos, la decepción. Es el Real Murcia un equipo al que los fallos le retratan y le hacen crecer, casi de forma exponencial, en la miseria. Le sacan del partido y se quedan sin presente; todo lo demás, no importa. Y no miren al banco. En el mismo, con más pose que lectura, no encuentran soluciones que puedan cambiar el veredicto de los goles. Y es un destino que conocen por repetición. Alfaro, desde su llegada, ha adoquinado un camino por el que ha entrado por la puerta grande en el selecto club de los histriónicos. Da entender mucho desde el banco, pero transmite poco. Tácticamente, los granas siguen siendo planos y horizontales cuando tienen cuchillos, sobre todo por los extremos, cuyos filos apenas brillan. Se recrean con baladas cuando los partidos, en muchos momentos, exigen rock´n´roll. Exigen y se les exige a unos jugadores cuya cadencia está para mucho más, pero siempre mirando hacia arriba, donde se daña a los rivales y se les desangra. En Majadahonda, repito, fue una excursión con más de lo mismo hasta el descanso -y eso que iban perdiendo muchos minutos-. (Yo, y soy reiterativo, quiero 4-5 Isis Gómez siempre en el césped).
Los estereotipos insípidos y superficiales con el balón siguieron en el segundo acto, con un telón recién subido para dar tiempo al pichichi murciano Carrillo a marcar, aunque en propia puerta. 3-1, y hora del reposo. Podría echar almíbar a esta crónica, inventar batallas inexistentes en el centro del campo, disputas a cara de perro por la posesión, dentelladas para ganar metros al rival, pero mentiría. Realmente, los periodistas mentimos porque contamos combates que, en muchos casos, no dejan de ser arañazos sin intención. Pues eso, que el filial del Atlético -con mucha más arrogancia- no quiso hacer jirones en la piel de los granas. Evitó desangrar a un Real Murcia abúlico que se dejó llevar por el abandono en sus funciones cuando debía, al menos, haber mostrado rostro y frente alta para acabar comprometido con una causa de amor propio que falleció muchas jornadas antes. Esto tiene volver a las andadas cuando esas huellas las conoces. Es el motivo, para quienes leen esto, de hacerles imaginar a un Real Murcia en contiendas hostiles a las que ha ido a pelear esta campaña con espadas de madera.
Ángel García
@__AngelGarcia__
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