ATLÉTICO B-2-1-REAL MURCIA
ATLÉTICO B: Iturbe, Javi Boñar, Martín Pascual, Kostis, Julio Diaz (Pablo Pérez, 72), Joaquín (Janneh, 81), Javi Serrano, Selu Diallo, Diego Bri (Jano Monserrate, 72), Rayane (David Muñoz, 89) y Adrián Niño (Dani Martínez, 89). Suplentes: Esquivel (ps), Spina, Carlos Giménez, Gismera, Íker Luque y Abde.
REAL MURCIA: Gazzaniga, David Vicente, Alberto, Saveljich, Kike Cadete, Palmberg, Isi Gómez (Boateng, 75), JC Real (Raúl Alcaina, 61), Pedro Benito (Pedro León, 75), Davo (Toral, 81) y Flakus (Loren Burón, 61). Suplentes: Íker Piedra (ps), Jaso, Kenneth, Yriarte, Carlos Rojas y Cadorini.
Árbitro: Pol Godía (colegio catalán). Expulso con roja directa al local Janneh en el 90 por escupir a Alberto. Amarillas para los locales Joaquín, Diego Bri, Gismera, Kostis, Javi Serrano y Janneh. Por los granas para Saveljich, Gazzaniga y Palmberg.
Goles: 1-0 (min. 21): Adrián Niño; 1-1 (min. 32): Pedro Benito; 2-1 (min. 82): Adrián Niño.
Incidencias: Cerro del Espino. Menos de un millar de espectadores con tres centenares de aficionados murcianos.
Comentario: Vale, me confieso; no sé cómo empezar, no sé la forma de contaros el desastre donde se ha acomodado el Real Murcia, desconozco las soluciones para salir del laberinto donde los granas se han metido. Como periodista os podría contar el partido, cómo lo vi, cómo, al final, sufrí incluso por la impotencia de un equipo sin el amor propio suficiente para revertir su destino. Os podría contar que la defensa fue un flan, que el equipo se cayó desde los cimientos defensivos de una zaga que estuvo fuera de lugar, que se perdió en treinta metros, dos veces, donde debe ser inexpugnable en su castillo. Os lo contaría, de verdad, pero ¿para qué? Bastante cabreo tendréis algunos para arrastrar vuestro penar un sábado de fin de semana cuando el equipo ya os lo ha fastidiado. Bastante rebote como para leer esto y ensañaros otra vez. Porque, como fieles masoquistas a una causa, a los aficionados del Murcia les ganan pocos.

Pues sigo sin saber qué deciros, llenando líneas en el teclado para escribir de probabilidades; que si ganando éramos líderes momentáneos, que si podríamos haber ampliado distancias con un equipo filial con más envergadura a la hora de competir que un bloque veterano como el Murcia, que si, que si, que si… para terminar postulando certezas que cada día tengo más claras, como que el equipo no ha mostrado la metamorfosis necesaria con los cambios invernales, que sale debilitado de enero, que no aportan los nuevos lo que se les exigía a los antiguos, que parecen noveles sus jugadores cuando ya no tienen edad para que les coman la merienda unos chavales con tanta hambre como para hacer a sus rivales digerir calamidades, pero bueno, es la vida grana, el devenir de un club que no termina de encontrar razones para sentirse tan poderoso como un día ese escudo fue. Porque ahora no lo es, ni lo será para algunos asistiendo al espectáculo de ayer, o de hace una semana, o de lo que es norma en Nueva Condomina.
El equipo suele perderse porque desconoce el camino, porque viaja con una brújula desnortada, porque es débil cuando no debe y más débil, aún, cuando le compiten. Y eso que ayer hubo algunos adeptos en el césped que quisieron ir en contra de ese mandamiento que les azota por decreto. Lo de Pedro Benito, por ejemplo. A esfuerzo, intensidad y apetito pocos le igualaron. La escasez mental con el balón de los granas no se asocia a su rendimiento. Ayer, y la semana pasada, y cuando rasca diez minutos al guion saliendo desde el banco, siempre, en definitiva. El gaditano representó la heráldica del escudo de los murcianos mejor que el 90% de sus compañeros. Isi, cuyo R´n´R no encuentra ritmo ni cadencia en quienes le rodean, más de lo mismo. Pero son pocos mimbres para un cesto que, como el agua en su interior, se pierde en lo elemental; no se puede jugar a impulsos, no se gana con el nombre, no se define la línea de la victoria con ensoñaciones.
En fin, que perdimos. Y la derrota fue justa, y encima nos escupieron. Y nadie salió a morder al autor del esputo, a defender la dignidad del sentimiento, nadie salió enaltecido tras caer, tras el adiós del colegiado al choque, porque no había nadie para sentir la derrota con orgullo herido. Quizás sí en la grada, donde los indómitos y adictos a la camiseta valoran lo que es perder.
Ángel García
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