HÉRCULES -2-0-REAL MURCIA

HÉRCULES: Carlos Abad, Sotillos, Montoro, Josema, Retu, Roger Colomina (Dapaah, 84), Mario García, Soldevila, Aranda (Mangada, 84), Nico Espinosa (Javi Moreno, 77) y Dani Romera (Coscia, 67). Suplentes: Hernando (ps), Cantero, Abraham, Marcos Mendes, De Palmas y Galvañ.

REAL MURCIA: Gazzaniga, David de Vicente (Jorge Mier, 55), Alberto, Antxón Jaso, Andrés López (Kenneth, 65), Larrea (Carrillo, 55), Moha, Pedro León (Carlos Rojas, 70), JC Real, Loren Burón y Pedro Benito (Raúl Alcaina, 55). Suplentes: Íker Piedra, Saveljich. Yriarte, Boateng, Knight y Toral

Goles: 1-0 (min. 24): Soldevila. 2-0 (min, 49): Nico Espinosa.

Árbitro: Bestard Servera, del colegio balear. Amarillas para Sotillos, Aranda, Antxón Jaso y Rojas.

Incidencias: 15400 espectadores en el Rico Pérez. Más de 3000 granas en las gradas del recinto alicantino.

Comentario: Antes, de empezar, convendría dejar claro que esta crónica está hecha para los murcianos. Sí, es excluyente para otros, pero es lo que tienen tratar de encontrar perspectivas donde solo lo grana tiene sentido para los nuestros donde lo leen. Si alguno se martiriza leyendo lo que os cuento, que no sea vengativo, rencoroso o que me la guarde; el resentimiento de ganar herculano se queda en la tabla, en lo emocional, en una victoria justa por la forma más que por el fondo.

Dicho -o mejor, escrito esto- voy con lo que vale; la derrota. Perder en Alicante nunca cuadra, insisto, nunca, pese al escenario de la historia reciente, de ascensos y de naufragios, de silencios y de gritos desesperados cuando la frustración de los anales más cercanos llevan a celebrar lo más intrascendente. Es -y será- el equipo grana un equipo que, en el césped, vive exigido. Se le demanda lo que puede y lo que no, y se apela, para ello, a su historia, longeva, por momentos, desgraciada, en la mayoría. Pero en el Rico Pérez mostraron un perfil que se le desconocía; el de la benevolencia, el de un equipo dulce, de buenos tipos, el de un equipo que, intentando desdecirse de sí mismo, fue el paradigma de la ternura. Y es que fue tierno, muy tierno. Lo explicaré mejor.

Jugó como los ángeles; siendo superior al rival, ganando espacios, creando, disfrutando de gustarse… pero no compitió. Le falto diente y entereza para unir su rostro a la frente del rival y firmar la asistencia. Le faltó oficio y le sobró, curiosamente, calidad. Ahí venció, de largo, el equipo de Torrecilla. El Hércules sabe a lo que juega, muerde, marca su territorio y te deja esas pullas en el parte del día que atemorizan. Un par de pataditas, unos empujones, un pisotón y a tragar saliva el rival sabiendo que los alicantinos suelen hospedar a sus rivales sin ninguna muestra de cariño. Y esto, también, es la categoría. No basta el talento, un juicio acertado con el balón, no. El equipo de Fran Fernández, en esa asignatura, fue peor, mucho peor, suspendió. Hubo momentos en los que jugó con los nervios encogiendo su capacidad de bailar con el balón. Salieron con puntas de ballet y el rival con botas de montaña.

 

Luego la vida de los duelos, la autobiografía de un choque marcado por decisiones extrañas, pero previsibles.  Estas memorias, vistas con las perspectivas de las horas, marcan hitos en el guion que deben servir de lección. No se puede vivir en el error trivial ante la enjundia de rivales que agradecen los disparates. En uno de ellos, Soldevila inyectó tensión a un argumento que arengó a la grada. 1-0 y a escribir otro tratado grana de los buenos modales. Valga exponer las dudas y las sombras de la actuación arbitral -sin que sirva de atenuante a la condena-. Una pena máxima de manual de los horrores sobre Pedro León y otra, más dudosa, sobre Loren Burón, a quien, por cierto, le convirtieron los alicantinos a golpes en un sparring, que el balear evitó señalar. Por el medio Carlos Abad, un portero de los que cuando acaba la temporada, hace sumar a los suyos una docena de puntos.

Lo peor llegó en la reanudación cuando suelen salir los protagonistas sermoneados en la corrección. Una mala basculación permitió a Nico Espinosa encontrar el túnel entre las piernas de Gazzaniga, un portero que, debajo de palos, sufre en exceso. Y acabó el cuento ahí. La generosidad blindada por defectos de forma. Un partido que debe ser el apéndice a extirpar de un equipo que supo, por momentos, donde estaba, lo que se jugaba y que acabó, como Heidi, huérfano; de puntos, de resultados, de decisiones favorables arbitrales… pero con varias certezas que deben confirmar que hay mucho detrás para más, sobre todo en el juego con balón, en la gallardía ofensiva de sentirse dueños del escenario en campo contrario.

Por cierto, me despido con lo de Moha. Fue su actuación estelar, un masterclass. Lástima jugar solo en su posición, sin la ayuda de un Larrea errático, multiplicando sus prestaciones. Con menos desgaste y recorrido, puede ser el ancla del juego grana.

Ángel García

@__AngelGarcia__

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