REAL MURCIA -1-0- HÉRCULES
REAL MURCIA: Gazzaniga, David Vicente, Alberto, Saveljich, Jorge Mier, Larrea (Boateng,61), Palmberg, JC Real (Kenneth, 80), Loren Burón (Pedro León, 61), Toral (Pedro Benito, 80) y Raúl Alcaina (Antxón Jaso, 86). Suplentes: Íker Piedra (ps), Carrillo, Rojas, Ben Knight, Cadete, Forns y Cadorini.
HÉRCULES: Carlos Abad, Samu Vázquez, Sotillos, Montoro, Retu (Abraham 80), Artiles (Soldevila, 64), Roger Colomina, Nico Espinosa, Aranda, Javi Moreno (Alvarito, 80) y Dani Romera (Coscia, 80). Suplentes: Almodóvar (ps), Cantero, Josema, Richie, Mario García, Frank Angong, Marcos Mendes y Mangada.
Árbitro: Romero Ferixas (colegio catalán). Amarillas para Javi Moreno, Jorge Mier y Larrea.
Goles: 0-1 (min. 63): Raúl Alcaina remata de cabeza un centro de Toral.
Incidencias: Nueva Condomina. 23050 en las gradas en la mejor entrada de la temporada. Más de 4000 de ellos aficionados visitantes.
Comentario: La pobreza nos mata. Fuimos, estos años atrás, muy pobres de espíritu y fútbol. Llegamos a vivir en la indigencia de 2RFEF entre la necesidad y las ínfulas de la grandeza que un día fuimos. Y nos lo creímos, nos creímos miserables y lascivos de tiempos mejores, de aquellos en los que los espejos nos devolvían realidades donde acomodar nuestras pretensiones -véase la era Samper-. Ahora lo somos menos. Nos creemos con los bolsillos rebosantes de anhelos, con la forma en los mismos vacía, pero pendientes del golpe de suerte para llenarlos. Nos lo creemos, del verbo creer, como un credo al que nos aferra la idea de volver a ser lo que fuimos, todos empujando el balón en el remate de cabeza de Raúl Alcaina, todos en vilo en el toque en el larguero, en el bote, en la llegada a gol del balón que lame la red superior y busca sitio muy cerca del fondo de la red, donde muchas veces emergían telarañas ante la falta de tino.
Es complicado perder la credibilidad en la derrota -volvamos al véase de la semana pasada en Antequera- e ignorar, como ignorantes, que solo nos vale ganar cuando el proceso es más profundo y pasa por una idea que nos asuela y engulle cuando vemos al rival crecer, cuando le vemos que llega a nuestra área, cuando le vemos que no llega de parranda. ¿Y nosotros? Fieles al momento, a un dibujo que exigía paciencia y que se escondía, como el de ellos, en el respeto, aunque algunos lo llamasen miedo. Nadie sintió vergüenza porque ninguno cayó en la torpeza de esconder sus armas romas, sin falta de filo. Por eso, navegamos pobres, en una chalupa low cost donde ni el viento nos llevó a provocar delirio en las gradas. Y eso que estaba Nueva Condomina para ello, como antaño, con la rivalidad y los cánticos a flor de piel.
En este contexto tan emocional, al fútbol no se le esperaba. Sin cita en los nervios, sobró tiempo para marginar cualquier estrategia, cualquier dibujo táctico, cualquier embestida. Hubo tan poca sustancia y tanto respeto que la primera mitad fue infumable, peor que un día de playa sin sol, de esas con más morbo por el ruido de fondo que por la canción.
No hubo sorpresas en la firma de asistencia del segundo acto; los mismos salieron sufriendo, peleados con el balón y el juego marcando unas intermitencias que se solaparon con las prisas. Hubo claridad en los cortocircuitos y la más oscura noche en el juego. Menos mal que Fran Fernández acertó en sostener sus enseñanzas a los suyos en balones laterales. Así llegó el gol, otro más encajado por los de Alicante en un centro lateral mal defendido. La prosa y el verso nacieron de un pase largo del grunge Saveljich, que controló Pedro León abriendo a banda donde Toral, con precisión, centró al área para que Alcaina, de cabeza y saltando de forma acrobática sobre su rival, marcara haciendo menos pobres a los granas. Nos sacó una sonrisa, un berrido, unas monedas en la saca del pobre que valían más que una limosna.
Ahora, quedaba un mundo y pocos mapas del mismo para estudiar en la geografía de los locales; los de Torrecilla, tras arrasar una semana atrás al filial bético, se perdían en lo más sencillo, en la circulación y el ritmo. Todos sus caminos llevaban a la isla de Gazzaniga, un área que dominó con y sin balón, ajustando al crono a su cadencia lenta y desquiciando a sus rivales. Puso el argentino la pausa con esas lecciones de fútbol de potrero que seguro aprendió en su infancia. Le bastó eso al Real Murcia, le bastó eso a Fran Fernández, le bastó eso a la grada, le bastó al fútbol reloj para acabar. Y al Hércules, balón.
Ángel García
@__AngelGarcia__
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